Su contacto con la computación comenzó cuando tenía 12 años y le regalaron su primera computadora. Para esa época, vivía en Flores y, según recuerda “no éramos propietarios de donde vivíamos”. Luego comenzó a trabajar como programador, utilizando el conocido programa Basic. Sin embargo, Arrieta indica que “no era muy bueno”.
Trabajó en relación de dependencia hasta los 27 años, aunque su contacto permanente con la tecnología fue el puntapié inicial para que, en un país en el que Internet era, hasta ese momento un horizonte sumamente lejano, se le abriera la puerta a un mundo de posibilidades. Con el paso de los años, fundó “Y fundí”, como él mismo dice diversas compañías. I-Solution, OK-Compra.com, V-Commex, Digital Ventures, Directa Networks, Performa Networks, Afiliados Hispanos e InZearch fueron parte de su portfolio creativo (las cuatro últimas firmas se las vendió a FOX).
Pero antes, mucho antes, supo sentir el rigor de no pertenecer al microclima de inversores. “Me he sentido sapo de otro pozo muchas veces. Hasta no tener el título de Harvard (estudió management allí entre 2009 y 2011, cuando sus empresas ya habían sido hits) me sentía mal. Aplicaba a un trabajo y me decían ´no tenés título universitario´”, cuenta Arrieta. Harvard, una de las universidades más reconocidas del mundo, tiene lo suyo.
“Estando adentro lleva tiempo darte cuenta de que es gente como vos y podés tomar el rol activo para que las cosas cambien. En Harvard hay historias como la mía”, relata el emprendedor. Al igual que Casares, también se quedó afuera de una conversación por no venir del “mismo palo”. “Me pasó de no poder decir dónde había esquiado o qué me había pasado en tal país.
Yo terminé conociendo lugares del mundo por trabajar. Quizás paseaba cuando viajaba”, recuerda, riéndose, Arrieta. Stickers Del barrio porteño de Caballito, Brenman terminó el secundario con una experiencia laboral sobre sus hombros. A los 16 años, compraba a las librerías mayoristas rollos de stickers y los vendía al por menor.
“Me caminaba todo el barrio hasta Once”, cuenta Brenman. El negocio le salió bien y, gracias a eso, se compró un teclado Roland. De ahí pasó a una agencia de turismo y luego a una imprenta barrial, donde diseñaba las tarjetas para los cumpleaños de 15. “Yo no sabía nada pero aprendí”, admite.
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