El negocio le salió bien y, gracias a eso, se compró un teclado Roland. De ahí pasó a una agencia de turismo y luego a una imprenta barrial, donde diseñaba las tarjetas para los cumpleaños de 15. “Yo no sabía nada pero aprendí”, admite.
Los vaivenes económicos llevaron a que el local donde funcionaba la imprenta se asociara con la casa de computación lindera. El técnico de la casa de computación renunció así que su trabajo, por la tarde, lo hacía él.
Esa posibilidad le abrió la puerta para que, junto a un compañero de trabajo, comenzaran con su pyme de reparación de computadoras. Mientras tanto, estudiaba ingeniería en electrónica en la UBA, aunque finalmente lo abandonó.
“Quería ser ingeniero como mi viejo. No seguí estudiando porque soy muy impaciente, quiero ver resultados rápidos. Para mí la facultad era muy dura”, recuerda Brenman, quien todavía sigue viviendo en su barrio natal. “Yo no voy a irme a vivir a un country; tengo un auto que no dice nada, no uso reloj. Estoy orgulloso de donde vengo”, resalta el creador de Guía Óleo, su joya más preciada, que ofrece un amplio abanico de recomendaciones de restaurantes y bares para los que “disfrutan del comer y del beber”.
Sus sueños universitarios se cumplieron el año pasado, cuando pudo estudiar en una universidad estadounidense. “Yo terminé el bachiller en Flores. Y en 99 estaba sentado en una oficina en el City Bank negociando una ronda de inversión. Es muy difícil no creérsela, en algunos momentos me confundí bastante. Sé que por momentos dije: ‘Somos unos capos’. Pero en el fondo yo sabía que todo eso era una parte de las cosas, y que los viajes, la guita, la compañía, eran un aspecto de la vida, y me parece que eso lo tuve claro todo el tiempo”, narra. Pero así como estuvo sentado en plena negociación por conseguir capital, Brenman admite que, muchas veces, se sorprende por lo bien que funcionan algunas empresas. “Yo veo negocios de muchas personas y digo: ‘¿Cómo hacen para que ande?’. Y eso no anda, lo sostiene otro negocio. Pasa mucho de gente que tiene algo que funciona bien y otras empresas alrededor que no les va bien. Y eso pasa en compañías sostenidas por gente de guita; a veces termina funcionando, porque le ponen tanta guita que al final camina”, revela Brenman.
Y, al igual que los otros emprendedores, ha estado en conversaciones ajenas a su origen, aunque asegura que tiene la cintura necesaria como para que no se note. “Soy bastante bueno para disimular que no encajo. Si hablan de palos de golf no me meto, porque no me interesa. Cuando hablan de un Aston Martin, ok, va más rápido ¿y? O te dicen: ‘Trabajo en Google’. ¡Felicitaciones!, no me interesa”, dice riéndose.
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