El miedo es una emoción ancestral, imprescindible para la supervivencia; la compartimos con los animales. Como especie somos humanos, pero como género pertenecemos al reino animal. Es por eso que el miedo siempre está a flor de piel, listo para actuar apenas aparecen los primeros indicios de incertidumbre.
En el trabajo, no es necesario que surja una amenaza explícita, solo basta con que se pierda certeza o previsibilidad para que empiece a manifestarse.
Resulta sencillo advertir el miedo en una organización cuando es producto de un autoritarismo evidente o manifiesto. Lo difícil es reconocerlo cuando se origina en causas sutiles, latentes en lacomunicación interna o en la cultura organizacional. En esas circunstancias, la misma empresa, o el propio jefe, puede ignorar que está logrando resultados con ayuda de esa emoción básica. De hecho, incluso los propios empleados podrían ignorar que están alcanzando sus metas movidos por un temor latente.
Un jefe no necesita preparación para generar miedo. Los colaboradores tienen siempre a mano -consciente o inconscientemente- esa emoción, que surge de inmediato ante el menor estímulo -también consciente o inconsciente- que genera su supervisor. En cambio, un líder necesita mucha preparación para generar sentimientos opuestos al miedo. Crear confianza, por ejemplo, es algo que no puede lograr de un día para el otro.
Al revés que el temor, la confianza no está a flor de piel ni surge espontáneamente en las personas. Ese tipo de sentimiento requiere que el líder dé el ejemplo, manteniendo una cuidada alineación entre su decir y su hacer. Dicha alineación es coherencia comunicacional, congruencia conductual y conexión emocional, componentes que se logran incorporando técnicas avanzadas de comunicación.
El miedo surge en las personas con tanta rapidez que puede ser tentador para un management poco instruido o para empresas poco sensibilizadas en materia de comunicación interna. Como comenta este colega en su correo, la posibilidad de perder el sueldo puede ser un mensaje poderoso para hacer cumplir metas, aun cuando nunca se hable explícitamente de ello.
Los mensajes más influyentes dentro de una organización suelen ser aquellos que se han dejado de publicar en las carteleras, los que se han dejado de escuchar en las reuniones, los que se han dejado de pensar mientras se realiza la tarea. Los mensajes más potentes suelen ser aquellos que están grabados en las emociones de los equipos y que se manifiestan diariamente en conductas silenciosas.
Dicho en pocas palabras, el jefe que da miedo da mensajes. Mensajes negativos. Nunca es conveniente que una persona trabaje bajo una dinámica de este tipo, ya que implica reducir su accionar humano al del animal que ve amenazado su sustento, o el de sus crías. Apenas tenga oportunidad arremeterá contra quien lo amenaza o escapará del encierro mercenario que lo somete (ataque o fuga). Observado con tiempo y evitando todo reduccionismo, es posible advertir que el miedo genera resultados muy volátiles, que desaparecen con la misma rapidez con que aparecieron.
Por otra parte, es posible observar que el líder que da el ejemplo da buenos mensajes. Se hace previsible para su equipo y esa previsibilidad genera un ambiente muy propicio para la creatividad y la superación humana. El líder que da el ejemplo es dueño de su palabra, porque la refuerza con actos consecuentes.
Con sus mensajes orales y conductuales, enciende el corazón de su equipo para que crezca en confianza, en autogestión y en resultados extraordinarios. De esa manera, colabora en lo que hoy busca toda organización de vanguardia: que sus resultados sean sustentables.
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