jueves, 20 de noviembre de 2014

Dejar todo por un sueño

Son, en su mayoría, jóvenes que no superan los 35 años; suelen recibir ayuda de programas oficiales y privados para lanzar su empresa; sólo durante el año pasado en la ciudad se sumaron 12.000 personas a este tipo de iniciativas

Con un perfil cada vez más alejado de las grandes empresas y de las tareas rutinarias, parece consolidarse entre los argentinos -especialmente entre los jóvenes de hasta 35 años- la tendencia de dejar de trabajar en relación de dependencia para invertir en un proyecto propio. Así, se vuelven jefes de sí mismos y, a pesar de los riesgos económicos a los que se someten cuando renuncian a sus puestos, lo que los moviliza es la libertad de sentirse independientes, innovadores y dueños absolutos de su futuro.

Sólo el año pasado, 12.000 personas iniciaron en la ciudad de Buenos Aires su propio proyecto innovador, según los datos que aporta el Ministerio de Desarrollo Económico porteño. De ese total, casi el 30% se orientó a invertir en el sector de los servicios.

Y detrás de esas estadísticas, están las caras: Ezequiel Torello, un técnico en electrónica devenido en diseñador de bicicletas de madera para niños; Jesica Butman, licenciada en turismo, y Chantal Kleinman, economista, creadoras de un dispenser para vinos; Matías Fineschi, Guido Marucci y Nicolás Tzovanis, todos ellos ingenieros y a su vez desarrolladores de una aplicación para skaters, y Mayté Ossorio Domecq, diseñadora industrial y ahora una joyera sustentable.

Cada una de sus historias se ajusta a diferentes modelos, pero todos tienen algo en común: se arriesgaron a cambiar su rumbo laboral.

Según un estudio elaborado por el Observatorio de Emprendedores porteño, la mitad de los inversores tiene entre 18 y 35 años. Del informe se desprende, además, que a la hora de poner en marcha una idea, prácticamente no hay diferencias entre géneros: el 48% son mujeres y el 52%, hombres.

Si bien el informe no detalla si los proyectos prosperan con el paso del tiempo, fuentes del Ministerio de Desarrollo Económico explicaron que los inversores logran mantenerse estables durante los dos o tres años posteriores a la primera inversión, ya que durante esa etapa suelen ser premiados con dinero por los concursos a los que se presentan, como IncuBA, Innovar, PACC Emprendedores, el Programa de Emprendedores Independientes (PEI), Buenos Aires Emprende (BAE), Jóvenes Emprendedores del Banco Río e Ideas de Negocios Ucema, entre otros. También logran gestionar créditos a tasa cero en el Banco Ciudad.

El ministro de Desarrollo Económico porteño, Francisco Cabrera, explicó que quienes se animan a dar el paso hacia los emprendimientos "tienen un talento innato para la creatividad y cuentan con gran capacidad para enfrentar escenarios de incertidumbre. Por eso, buscamos promover herramientas para profesionalizar ese talento. Las principales ciudades del mundo tienen puesto el foco en esto: multiplicar y fortalecer a los emprendedores. Buenos Aires lo hace a través de la Academia BA Emprende".

"Desde amas de casa hasta profesionales buscan capacitarse y llevar adelante proyectos para ser sus propios jefes. Más que una tendencia laboral, es una actitud frente a la vida", agregó Cabrera.

Jesica y Chantal uno de los ejemplos: Una idea para que el vino no pierda su calidad

Conservar las bondades del vino una vez abierto. Ésa fue la inquietud que hace dos años tuvieron Jesica Butman, licenciada en turismo de 30 años, y Chantal Kleinman, economista de 27, y que rápidamente se convirtió en proyecto. Crearon Newine, una máquina para el fraccionamiento del vino, de uso particular y también comercial. "Desarrollamos dispensers de vinos por copa que permiten conservarlo, en buen estado, por 21 días", explica Butman, quien hace casi un año dejó de trabajar en una aerolínea para dedicarse a su proyecto. Kleinman renunció a una empresa de seguros.

"Al principio, trabajábamos hasta la madrugada en nuestro proyecto y no rendíamos en nuestros puestos, por eso decidimos renunciar. El negocio requería cada vez más atención", agrega Butman.

El dispenser más económico cuesta $ 40.000 y para llevar adelante el proyecto participaron en 2013 del concurso Buenos Aires Emprende (BAE). Ganaron $ 50.000 y una tutoría de un año. Obtuvieron el cuarto premio del concurso Jóvenes Emprendedores del Banco Río y recibieron otros $ 10.000.

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